‘Vivir plenamente hacia lo interior igual que hacia lo exterior, no sacrificar nada de la realidad externa en beneficio de la interna y viceversa.’
(Etty Hillesum)

Calor

Ella tiene más tiempo para estar con sus hijos, para distinguir lo superfluo de lo importante, para manifestarse y para empezar a vivir de lo que siempre le gustó. Con todo, cuando mira por la ventana, se siente vencida.
Ella hizo de su cuerpo un parapeto ante algunos desahucios y se llevó la emoción de la contundencia y la unión.
Ella tiene rabia, mucha rabia. Y no quiere que nadie se la quite.
Ella siente pena cuando ve que aquellos proyectos que creó junto a otras, a los que tanto le costó dar vida y sentido, ahora están siendo pisoteados, pervertidos, banalizados.
Ella sigue acompañando a otras mujeres a dar vida. Lo hace con sentido y cuidado. Lo hace fuera de la lógica del capital mientras es pisoteada por esa misma lógica.
Ella se siente arropada por otras mujeres. Esto le permite hacer malabarismos y ponerse a disposición de quienes ya no tenen equilibrio que sostener.
Ella llora en busca de un puente que le permita mantener un vínculo entre la comodidad de su barrio y la dureza de ese otro barrio donde va a trabajar cada mañana y se descorazona cuando la crudeza del presente se le presenta despojada de futuro.
Ella anda perpleja por la velocidad de la descomposición.
Ella se cuela en el metro con la piel muy alerta, casi animal. Una alerta que se distosionó cuando pidió el alta voluntaria para no perder el trabajo. Y crea, crea más que nunca.
Ella no se conforma con 'salvar lo público', ella quiere ir más allá y seguir preguntándose qué se puede hacer para que lo público funcione mejor.
Ella nos cuenta que la reforma penal está ahí y que ahora la resistencia pacífica es delito y el auxilio a personas inmigrantes también. Se siente culpable porque tiene casa y trabajo.
Ella tiene miedo de su propia violencia y no sabe qué hubiera hecho con ella si su cuerpo fuera más fuerte, más grande, del otro sexo. Se pregunta cómo es posible que Bárcenas siga caminando sin ninguna magulladura en su cuerpo.
Ella sabe que su hijo aprenderá a leer y a escribir porque está dispuesta a enseñárselo. Sabe... sabe... y por eso tiene miedo. Tiene miedo de que el destino femenino vuelva a ser el remendar los destrozos de quienes juegan a eso de ver quien la tiene más larga...
Ella tiene miedo de no poder volver a casa sola y se da cuenta de que algo no va bien porque su madre le regala tuppers con comida recién hecha cuando en realidad no la necesita.
Ella no vivió por encima de sus posibilidades y ahora no entiende porque se han reducido tanto sus opciones vitales
Ella no quiere emigrar, quiere tener la posibilidad de tener hijas e hijos y también la de no dar a luz.
Ella siente un nudo en el estómago al pensar que ese legado dejado por nuestras predecesoras puede ser barrido de un plumazo, aunque siga presente en nuestras entrañas.
Ella. Ella. Ella. Ellas. Nosotras. Tú y yo.
Nosotras hablamos de la experiencia, compartimos el dolor y la rabia, ponemos en juego nuestra impotencia, nos reímos por el cosquilleo de la vida que persiste en estar, ponemos rostro a los datos y datos a cada gesto y, como si se tratara de una catarsis, nos aligeramos, nos fortalecemos, nos humanizamos...
Esto es lo que ocurrió ayer en la reunión de Mujeres Singulares y es lo que me encantaría que ocurriera en cada uno de los rincones de este país.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ella está fuera del tiempo, el ritmo lo marca su bebé. La hipocresía y la autocomplaciencia de la clase política le parece abobinable. Esta llena de deseos que intenta dejar salir para ver como se comportan frente a sus miedos.


Qué penita no haber estado. Julia

VINCULA-T dijo...

Y lejos de salir apesadumbrada, yo salí más ligera! Gracias chicas! Lupe

AnRro dijo...

Cuanta riqueza singular...cuanta palabra con sentido..
Y es que al leer las palabras de Graciela,sin haber estado con vosotras compartiendo, desde mi rincón se reafirman nuevos sentidos

GRACIAS A TODAS, MUJERES SINGULARES!